Creo en mi Yucatán como el centro del universo y en el sol y las estrellas que giran a su alrededor.
Creo que Chichén Itzá es la primera maravilla del mundo y que las otras seis son Uxmal, Kabah, Sayil Labná, Ek Balam y Dzibilchaltun.
Creo en el Tolok que respira el calor del medio día y en el xhail que trepa las albarradas.
Creo en la laja del suelo que pisamos y en el meteorito de Chuxchulub que borró a los dinosaurios de la faz de la tierra.
Creo en las cinco estrellas de mi bandera, en los murales de Castro Pacheco, en las bancas confidentes del Paseo de Montejo,
en la Catedral más antigua en tierra firme, y en el Convento de Izamal.
Creo en las olas del mar de Progreso y en las playas de Chelem, creo en los secretos de las grutas de Loltun y en el agua pura de los cenotes.
Creo en la chaya y la pitahaya, en la dulzura del saramuyo, en el culto al chile habanero y a las chinas de Oxkutzcab.
Creo en la ceiba, en el pich, el chacá, el flamboyán y en la fibra del Henequén que nos dio nombre en el mundo.
Creo en el faisán y en el venado, en los flamencos rosados de Celestún. Creo en la X´Tabay, en los aluxes y en el enano de Uxmal.
Creo en la vaquería, en la bomba yucateca y en la jarana con sus mestizas de terno, rebozo y rosario de filigrana.
Creo en los sueños de Felipe Carrillo Puerto y en los ojos de su “Peregrina” y el canto de “Guty Cárdenas” y en las palabras escritas de Emilio Abreu Gómez.
Creo en los panuchos, los huevos motuleños y los lomitos de Valladolid. En el frijol con puerco, la cochinita pibil y los papadzules, en el dulce de papaya con queso de bola y en el mazapán de pepita, en el refresco de lima, la horchata y el Xtabentun; y por sobre todas las cosas, creo en el mucbilpollo y el relleno negro que encontraré en mi altar cuando regrese mi alma desde el Xibalbá en la noche sagrada del Hanal Pixan.
Amen.
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